Queridos Summarios:
No puedo más, así que me he tenido que coger una vía endovenosa y diluir un JB con hielo en 250 ml de suero fisiológico para transfundírmelo por la mediana basílica, y….ha sido, ha sido,…raro…y muy frío. Me duele…¡argh!. ¡Tengo espasmos y náuseas!
Disculpad estas líneas que os escribo desde la penumbra de mi guarida o zulo, pero mi Miniyo (que es mi Supermi) irá transcribiendo lo que mi mente esquizoide almacenó en la última maldita guardia. Y es que las guardias, son…muy, muy perras.
Cuaderno de bitácora de la nave del misterio XXX:
Eran las 3.00 am hora zulú…esa maldita hora en que no sabes si toca cenar, dormir, aullar a la luna, rezar porque no haya más avisos, o enchufarte una adolonta 100 mg via intra-cular (IM) cuando no miren tus compadres de la nave del misterio.
Habíamos tenido ya 10 avisos de código “Yayo” (es decir, abueloma de entre 80 y 90 años, con pluripatología, que vive sólo -el pobre- a pesar de haber sacado adelante una familia entera a costa de años de arduo trabajo y de cotización a la seguridad social, y que es abandonado a su suerte por sus descendientes, con tan sólo una herramienta de supervivencia: el botón rojo de “abuelalia”).
A las 03.01 hora zulú sonó el maldito artefacto satánico con la melodía de Highway to Hell…
Ché: – ¿Qué tenemos?
Centro: – Tenemos que conectar el walkie…
Ché: – Perdona, estooo….sí, ha sido un despiste. Dime.
Centro: – Tenemos un paciente.
Ché: – ¿Más datos?
Centro: – Sí, es urgente y te lo dejo en el Tablet…
Ché: – Recibido, gracias (cuelga)… ¡¡¡Tenemos aviso!!!
Paquitor: – Pero tío, no me grites, que estoy sentado a tu lado.
Ché: – Es por desahogarme un poco. Anda, llama a la tripulación del Challenger, que despegamos.
Paquitor: – ¡¡¡Eoooooo!!!! (a grito pelado, estilo Tarzán).
Cuca salió de su habitación, como siempre con una sonrisa en los labios y sin despeinarse. Se diría que las sábanas a ella no le dejan ni una marca en su rostro angelical. Se retiró su bata color Camel, con estampado de aves mitológicas (avutardas, creo) y dejó ver cómo su uniforme de combate – de urgencias – siempre le favorece a su tipito de deportista. Es tan dulce…Les contestó desde el fondo del pasillo con voz melodiosa:
Cuca: – ¡Pero qué capullos sois los dos, imbéciles! Si nos acabamos de meter en la piltra y os hemos oído perfectamente.
Se oyó una voz desde el cuarto de baño:
Yo: – ¿Pero es que no puede hacer uno sus necesidades tranquilamente en este turno? ¡Que he desayunado kiwis! (Es que es una ley de Murphy: cuando me siento en el WC salta una luz en el centro, el contacto de mis glúteos con la tapa del water produce inmediatamente una llamada por el walkie).
Transcurrieron 3 minutos…
Ché: – ¡Que es urgente, doc!
Yo (desde el WC): – ¿Qué es?
Cuca: – Otra sedación terminal…buff. Es la undécima hoy. Otro código “yayo”.
Este trabajo se estaba volviendo complicado. Un decreto ministerial nos obligaba a que las sedaciones terminales se aplicaran a rajatabla, para conseguir los objetivos de la unión europea, y en esta guardia ya llevábamos diez. Ya se sabe, hay que reducir pensiones, y el trofeo de la «guadaña de oro» o el «ciprés de platino» estaban muy cotizados. Realmente la situación se estaba poniendo muy cruda. El protocolo código STO (conocido vulgarmente como «código-yayo”) indicaba que uno de los criterios de inclusión en el método era sobrepasar los 60 años de edad, y padecer al menos febrícula, tos, malestar general o cefalea.
Salí del WC:
Yo: – ¡Qué alivio!, y qué invento las toallitas de bebé (esa había sido mi elección tras los recortes habidos en el suministro de papel higiénico y jabón para los centros. Radio-macuto informó que un grupo de forajidos asaltó el último camión de material para la higiene del personal, y se barajaban sólo dos opciones a partir de ahora en lugar del PH (papel higiénico): la LPM – la propia mano – o el TLCT – te lo compras tú- también llamado BLV -búscate la vida-. Evidentemente yo elegí toallitas de bebé).
Cuca: – Otro terminal…ya sabes.
Yo: – ¿Cómo? ¿No llevamos diez?
Paquitor:- Todavía sabes contar, ¿eh? Pues hala, once.
Yo: -Cállate, que te sedamos a ti. A ver, dame el protocolo, porfa. Veamos, uhm….criterios de sedación…uhm…página 666:
Criterios de inclusión en el protocolo de sedación terminal obligatoria STO): para ajustar las pensiones a las estimaciones de la UE con respecto al próximo año, se debe aplicar una STO en todos los siguientes casos:
1) Paciente mayor de 60 años (aunque un comunicado interno anunciaba que en la próxima revisión del manual se iba reducir la edad de inclusión en la STO a los 55 años).
2) Consumo de más de tres medicamentos crónicos, con receta de su MAP.
3) Estar en paro, prejubilado o jubilado.
4) Presentar alguna minusvalía (el mismísimo Adolf Hitler estaría orgulloso de firmar este manual).
5) Cuadro clínico de 12 horas de evolución: se considera crónico super-agudizado bajo los nuevos criterios de la UE.
6) En los últimos 30 años haber tenido más de un ingreso hospitalario de 2 días.
7) Los familiares del paciente han firmado el voluntario documento E (de Exoneración de responsabilidad con respecto al cuidado de su padre/madre).
8) Estar ingresado en una residencia pública geriátrica desde hace más de tres meses.
9) Estar ingresado en una residencia privada concertada, desde hace más de un mes, y consume más de 5 medicamentos a cuenta de la misma.
10) Estar ingresado en una residencia privada desde hace una semana, pero consumir más de una comida al día, y 6 medicaciones a cargo de la residencia.
11) Su médico de atención primaria ha anotado la casilla de máxima improductividad con una X y gasto vital excesivo.
12) El coordinador de área ha escrito en el horus: insostenible, gasta más de lo presupuestado para su existencia.
13) No ha terminado de pagar su hipoteca.
14) Tiene multas acumuladas de zona verde o azul.
15) No recicla su basura.
16) Produce demasiadas heces a la semana, con lo que eleva el nivel de sobrecarga en las cañerías.
17) Tiene meteorismo, lo cual produce una emisión de gas que agranda lentamente el agujero de la capa de ozono.
18) Ha hecho algún viaje del imserso y ha repetido puré de patatas en el hotel.
Este protocolo se estaba convirtiendo en una pesadilla para todas las naves del misterio. Más de un médico había abandonado el servicio o se había dado de baja, aún a sabiendas de lo que esto suponía: no progresar profesionalmente de suplente y no ser considerado candidato a una interinidad, ni poder presentarse a la OPE que el político de turno haba anunciado 9 veces desde los últimos 25 años (sí, 9 veces la misma OPE. ¡Qué despiste!, siempre se les olvida que ya había salido publicada para…el año 3000 o 4000).
Nos subimos a la nave del misterio y Paquitor conducía en silencio. Ché tenía la cabeza apoyada en la ventanilla y dormitaba. Cuca permanecía atenta al tráfico porque no se fiaba un pelo de Paquitor. Yo rumiaba en mi cabeza las últimas experiencias de la guardia con los pobres códigos yayo terminales: la imagen de la avutarda en el pasillo del último sedado me tenía intranquilo; la sedación terminal de una gripe en una residencia de ancianos con lista de espera; el caso del Sr. Pérez, de 61 años, con gastroenteritis, que debía 6 recibos de la hipoteca, y cuyo banco había ordenado a su médico de cabecera que le suspendiera el adiro, el clopidogrel, y el fármaco antihipertensivo, y el betabloqueante, así como el omeprazol (siguiendo el protocolo de medidas aprobadas el último año, que remarcaban la autoridad de los bancos y cajas de ahorro sobre el personal médico por orden ministerial). El banco había firmado su sedación terminal obligatoria, y a falta de un “rescate” por parte de algún familiar agradecido, la viriasis leve que había contraído el paciente nos obligó a administrarle una bomba de propofol, con buscapina, midazolam, cloruro mórfico, etc….lo habitual en estos casos. El pobre sólo pataleó durante unos breves segundos, quizá medio minuto. Curiosamente su médico de cabecera había dejado firmado el certificado de defunción con la hora exacta a la que le administraríamos la sedación terminal. El Sr. Pérez descansaba ya en el valle de Josafat.
Habíamos oído también que el gasto farmacéutico en las sedaciones terminales se disparaba, y existía un proyecto en estudio que proponía maniobras mecánicas para la sedación final:
• La aplicación de la almohada de plumas suavemente en el rostro del paciente, hasta que dejara de movilizar sus extremidades.
• El equipo de aguja de inyección profunda intra-auricular para exploración-perforación de la membrana timpánica y meninges con trepanación terminal (el ensayo clínico en primates mostraba unos resultados peores: algunos habían de ser sedados a pesar de esta medida).
• El equipo especial para los que tuvieran el master en sedación, que incluía un alzacuellos, un martillo pilón, y una toalla para recoger la sangre.
• La inyección letal de burbuja aérea en el sistema circulatorio ganaba puntos, ya que era cómoda y barata de aplicar, y la embolia gaseosa era segura aunque dolorosa. La crisis hacía replantearse estas terapias, desarrolladas hace décadas por el ilustre Dr. Josef Rudolf Mengele, gran Lagerarzt.
Llegamos al domicilio de la víctima, perdón… del paciente: Ché dio un respingo.
Ché: – Oye, que este es el bloque donde viven mis padres.
Cuca: – Tranquilo, nos hubieran avisado del centro si fueran tus padres. No te pongas nervioso.
Paquitor: – Si es que eres un pesimista, tío. No pasa nada, hombre; será un vecino.
Nos llamó la atención que alguien había activado a la policía nacional: había 3 zetas esperando en la puerta.
Bajamos los trastos habituales y nos dirigimos al portal. La policía estaba arriba, en el domicilio. Ché se me echó encima y me arrancó la Tablet de las manos.
Ché: – ¿A ver?…que es el piso de mis padres, tío. ¡Que nooooo! Que no subimos.
Cuca: – Vamos, Ché, que no pasa nada. ¿Cuántos años tienen tus padres?
Ché: – Van a cumplir 75 años, los dos.
Nos quedamos helados. Habían traspasado la edad umbral – o Altersgrenze – por muchos años…nos sentimos como si una avutarda hubiera cruzado por delante de nosotros graznando y agitando las alas. Miramos hacia el portal y nos percatamos de que eran unas viviendas de protección oficial. Comenzamos a ponernos todos nerviosos.
Yo: – A ver Ché, tranquilo tío, que no va a pasar nada. Seguro que es un error.
Ché: – Que no, ¡que no subimos!
Yo: – Ché, tenemos que subir. No podemos llamar al centro y decir que nos retiramos. Además, a lo mejor están enfermos y necesitan ayuda, o…yo qué sé. Si no subimos nosotros, vendrá otro equipo. ¿No te das cuenta?
A Ché comenzaron a caerle lágrimas de los ojos. No podía ser. Noooo. Al final suspiró hondo y dijo: – Está bien, vamos arriba. Ya estoy bien, ya estoy bien.
Era en la segunda planta. Esta vez no subimos corriendo, sino con paso lento y pesado. Ninguno de nosotros quería entrar en el domicilio, pero teníamos que atender al paciente. Era nuestra obligación.
Nos abrió la puerta un policía alto y amable que nos saludó: – Buenas noches.
Respondimos todos al unísono: – Buenas noches – , y fuimos entrando por la puerta.
Agente 2: – El paciente está sentado en el sofá, acompañado de su esposa que está enferma también.
Al entrar en el domicilio, los padres de Ché, los señores Ridaura, estaban sentados en el sofá juntitos. Saludaron a su hijo.
Ché: – Hola, ¿cómo estáis, papás?
Sr. Ridaura: – Bien hijo. ¿Y vosotros? ¿Por qué habéis venido? ¿Qué está pasando?
Yo: – Hola, buenas noches. Tranquilo, hemos venido a ayudarles. Cuéntenos, ¿cómo se encuentran?, ¿les ha ocurrido algo hoy? Díganos, por favor.
Sr. Ridaura: – No nos ha ocurrido nada. Lo único es que esta tarde he ido a la farmacia a comprar Adiro 100 mg , y el farmacéutico me ha pedido la receta. Le he explicado que es un tratamiento que tomo desde hace años prescrito por mi médico de cabecera y mi cardiólogo. Lo único que ha hecho es preguntarme mi fecha de nacimiento y si estaba cobrando una pensión.
Sra. Ridaura: – Pero, papá, cuéntales todo.
Sr. Ridaura: – Está bien, está bien. También he pedido las pastillas de la tensión de tu madre, y el farmacéutico me ha pedido la receta. Le he contestado lo mismo, y se ha limitado a acercarse al teléfono y hacer una llamada. Nada más.
Yo: – Bueno, bueno, no pasa nada, creo yo. Tranquilicémonos todos. Vamos a ver, ¿quién ha llamado a urgencias?
Agente 2: – Disculpe, doctor, eso es confidencial. LOPD.
Yo: – De acuerdo, de acuerdo. LOPD…y todo eso, vale.
Los dos señores presentaban un aspecto saludable, y estaban tranquilos. No tenía mucho sentido todo aquello, generar un aviso así sin una patología aguda.
Cuca:- Mira la tablet, doc.
Yo: – Ver antecedentes “F”.
Paquitor: – ¿Antecedentes familiares?
Yo: – Me temo que no. ¿Tienen el historial a mano?
Sr. Ridaura: – ¿Mi historial médico? Claro que sí, aquí guardado en la mesita de debajo de la tele.
Yo: – No, no, no. Perdone, no me he explicado bien. Me refiero al “otro” historial, por favor, si es tan amable. Ya sabe, la declaración de la renta de los últimos 15 años, montante de su pensión, deudas, multas, recibos impagados, luz, electricidad, número de comidas diarias y…lo más importante: ¿colabora Vd. con las labores de reciclaje del ayuntamiento o mete todo en el cubo azul?
Se hizo un silencio escalofriante. El ambiente estaba tenso al máximo, irrespirable. Ché rompió el hielo:
Ché: – Eh, doc, ¿de qué vas?
Yo: – Tranquilo, es el protocolo Ché. Tenemos que hacer nuestro trabajo. Sabes que es nuestra obligación.
Ché gritó: – Pero, ¿qué dices, cerdo?- se abalanzó sobre mí, y los policías tuvieron que sujetar al pobre Ché.
Yo: – Veamos…uhm…está todo correcto. Bien, podemos cerrar el aviso.
Agente 3: – ¿Cómo? ¿No era una sedación terminal?
Yo:- No. Asintomático y buen estado general. Genéticamente perfecto. Pueden comprobarlo si quieren
Agente 1: – No, no es necesario, doctor. Nosotros también recibimos falsas alarmas. No pasa nada. Si no nos necesitan, entonces nos retiramos. Buenas noches.
Todos nos despedimos de los padres de Ché. Este les dio un abrazo a los dos, que no sabían lo cerca que habían estado de la delgada línea roja (la “guadaña” se había paseado por su casa de puntillas).
Bajamos al pobre Ché mareado al vehículo y le ayudamos a subir. Nos volvimos a la base. No recuerdo nada más, porque luego me quedé dormido en la base y al salir me marché a mi casa de muy mal humor y con cefalea.
Sabíamos que estaban ocurriendo “cosas”. Que una Residencia llamada “Autopista hacia el Cielo” ofrecía sedaciones terminales, y abortos hasta los 30 años. Su lema publicitario: “¿Su hijo es un ni-ni y le molesta? ¿Está harto del parásito y no llega a fin de mes? Tráiganos a su hijo, y si es menor de 30 años, se lo abortamos cuando quiera, a precios competitivos. Abortos en cualquier semana de gestación, con ampliación a postparto y adolescencia tardía”. A la vez, un próspero negocio paralelo de pienso para gallinas crecía y crecía al lado de la Residencia “Autopista hacia el Cielo”. Hitler hubiera estado orgulloso del sistema.
Todo esto a mí me parece…me parece…me parece raro.
Siento haber tenido que compartir esta ideación esquizoide con vosotros, y haberos hecho chirriar los dientes, pero es la demostración de que el JB intravenoso sienta como un tiro. No os lo recomiendo.
Os dejo, que creo que he visto una avutarda de nuevo por el pasillo de mi casa, y eso siempre es de mal augurio. Ah, otra cosa: necesito comprar una bata de seda estampada con dibujos tailandeses. Si sabéis de alguna tienda de fiar os ruego me aviséis, o me deis las señas porque tengo que hacer un regalo a mi mujer por su cumpleaños.
Gracias por vuestra paciencia y vuestro apoyo psicoterápico. Os aseguro que ahora me encuentro mejor. Tan sólo me preocupa el futuro…y el precio del vino tinto…
Un saludo, Summarios.
Buena guardia.