Mi cambio de vida.
Soy una enfermera española afincada ya desde hace algo más de un año en Alemania.
Trabajo en el servicio de Urgencias desde mayo del 2014, tiempo en el que he aprendido mucho no, muchísimo.
No se por dónde puedo empezar a contar todo lo que en estos meses he vivido. He experimentado tristeza, soledad y desesperanza, así como una irradiante e inmensa felicidad, satisfacción y orgullo propio.
Como por algún sitio tengo que empezar, lo haré por el principio...
A principios de enero del 2014 llegué a Friedrichshafen, y a los pocos días empecé un curso intensivo de alemán que duraría 7 meses. El día 31 de julio haríamos el examen del B2 que nos permite homologar nuestro título enfermero al equivalente en Alemania.
Los dos primeros meses los viví con una familia de acogida, familia que estaba directamente relacionada con el hospital en el que iba a trabajar y con la que, por lo que parecía desde España con nuestras conversaciones vía Whatsapp, iba a congeniar de maravilla. Cosas de la vida, esto no fue así, y pasé unos últimos días malos, bastante malos, en el mes de febrero. No los culpo, pero hay ciertas cosas por las que no pude pasar. Desgraciadamente, aunque ambas partes lo intentamos, no conseguimos congeniar.
Después de lo que supuso pedir un cambio de familia (para más inri claro, a la familia con la que ya me hospedaba. Puede imaginarse la incómoda situación...) y atravesar el mal trago de mudarme... Mi vida dio un cambio radical.
Algo que recuerdo que pensé en el mes de enero, antes de que empezaran los malos rollos fue... Qué bien estoy, qué contenta y va todo sobre ruedas... ¿Cuánto tiempo durará esto así? ¿Seguiré siempre sintiéndome así de bien? Claro, la ciudad a la que me mudé es muy bonita, paraíso vacacional. El alemán se me estaba dando muy bien y todo eran nuevos cambios, estaba motivada y contenta por la decisión que había tomado... También estaba el hecho de que mi novio no podía estar conmigo porque se encontraba de lleno metido en los últimos exámenes de su carrera... Pero, dentro de lo que cabe, sabía que el momento de estar con él iba a llegar, y de momento estaba demasiado entretenida como para echarlo de menos a rabiar.
En el intervalo febrero-marzo cambio de familia, me entero de que mi perro ha muerto después de haber sido... en fin, mucho para mí. Todo lo que me costó tenerlo, lo que me esforcé por cuidarlo y ser responsable... Mi querido Flopy, bueno, ya no estaba, y ni siquiera había podido despedirme.
En el torbellino de emociones que sentía por aquel entonces se sumó la mudanza. Mi primera familia estaba claramente enfadada conmigo, y yo, tenía que ser egoísta y mirar por mi misma. Cogí mis tropecientos mil bártulos y el 1 de marzo ya estaba instalada en un nuevo pueblecito con una nueva familia. Resultó ser una familia nada convencional, ella alemana, del norte; él americano, de Texas. Con dos niñas gemelas de 3 años rubias, preciosas y super traviesas.
Ella se portó conmigo tan bien... Aprendí mucho estando con ella, me di cuenta de que existen muchos tipos de personas, de situaciones, de ambientes... de vidas. Disfruté y seguí mejorando con el idioma a pasos agigantados. En definitiva, mejoró todo.
Pasé de comprar los billetes de tren a Stuttgart para ver a mi novio, en inglés, a defenderme en alemán. El hecho de poder hacerlo, de ver que me gustaba, que la gente me entendía... Todo no hizo más que crear un círculo vicioso en el que me desarrollé como pez en el agua. Tener ganas de aprender, gustarte y dársete bien los idiomas... Y por supuesto, estar motivada. Esas fueron las claves de mi éxito. Mi motivación no fue otra que mi pareja. Dicen que el amor mueve montañas, ¿no?
En abril mis padres y mi hermana vinieron a visitarme durante Semana Santa. Apenas tuve suficiente tiempo para dedicarles pero fue sin duda una manera de ponerme las pilas, de animarme, de darme ese empujoncito, de saber que tu familia te apoya, que está ahí y que lo que estás haciendo va a merecer la pena... Me dio fuerzas.
Seguía yendo de lunes a viernes a clases de alemán. De 8:30 a 14:00 con 1 hora de descanso para comer aproximadamente. Esas clases me encantaron, fueron un lujo. Sólo éramos 4 chicas, con 2 profesoras. Una de ellas nos hablaba en alemán y español (eso sí, mejicano jeje) y la otra alemán en inglés. Para mi, el hecho de poder defenderme en inglés especialmente bien no supuso otra cosa que una ayuda. Todo el que me conoce sabe que el inglés es algo que... Simplemente me encanta, y debe de ir en mi código genético. Los idiomas se me dan muy bien, ¿por qué? No lo sé. Disfruto.
A finales de abril, si mal no recuerdo, hicimos el examen del B1 de manera no oficial. Evidentemente, que no lo he mencionado antes, el A1 y el A2 lo hicimos también durante los primeros meses. Todas aprobamos los exámenes y empezamos a trabajar en el hospital a media jornada.
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